Al inicio del concierto de Lucky Soul descubrí que Ali Howard, su vocalista, iba descalza. ¿Qué clase de oligofrénico se arriesgaría a salir sin zapatos al escenario de la sala Caracol de Madrid? ¡Con el riesgo que conlleva pisar un cable! Por no hablar de los gérmenes.
Pero luego pensé que no, que Ali no podía ir descalza y mostrarse, al mismo tiempo, tan imponente. Porque su presencia era apabullante, no importaba quién estuviese detrás suyo, o qué tocase: su dulce y enérgica voz lo cubría como una suave niebla. Ni siquiera en el momento álgido de la banda, 'The great unwanted', los presentes pudimos fijarnos en otra cosa que no fuese su vestido rosa, su pandereta adornada con cintas de colores, sus rítmicas palmadas.
Pero luego pensé que no, que Ali no podía ir descalza y mostrarse, al mismo tiempo, tan imponente. Porque su presencia era apabullante, no importaba quién estuviese detrás suyo, o qué tocase: su dulce y enérgica voz lo cubría como una suave niebla. Ni siquiera en el momento álgido de la banda, 'The great unwanted', los presentes pudimos fijarnos en otra cosa que no fuese su vestido rosa, su pandereta adornada con cintas de colores, sus rítmicas palmadas.
Y comprendí que lo más probable es que Ali llevase unos zapatos invisibles, como aquel jet en el que volaba Wonder Woman en la añeja serie de dibujos animados Los Súper Amigos. Ese calzado mágico era el que le otorgaba el poder de mantener encandilado al respetable canción tras canción. Daba igual que fuesen baladas algo gazmoñas como 'Southern melancholy' o pop dicharachero como 'Get outta town', consiguiendo que hasta al más reticente de los indies saltase con 'Lips are unhappy'.
Pero, del mismo modo que Wonder Woman aparcó de su jet invisible, Lucky Soul bajaron del escenario y Ali debió de cambiarse de zapatos, porque, en cuanto se marcharon, la magia sencillamente se esfumó de la sala. Nada pudieron hacer los jienenses Supersubmarina, a los que auguro un exitoso futuro en la radiofórmula, por devolvernos a ese tierno ensueño sesentero al que nos habíamos entregado. Y todo gracias a unos zapatos invisibles.
Pero, del mismo modo que Wonder Woman aparcó de su jet invisible, Lucky Soul bajaron del escenario y Ali debió de cambiarse de zapatos, porque, en cuanto se marcharon, la magia sencillamente se esfumó de la sala. Nada pudieron hacer los jienenses Supersubmarina, a los que auguro un exitoso futuro en la radiofórmula, por devolvernos a ese tierno ensueño sesentero al que nos habíamos entregado. Y todo gracias a unos zapatos invisibles.
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