Vale, sí, ya sé...
Así que me quedo defendiendo el fuerte... y me viene a la película aquella mente... que me acuerdo, vaya, del lobo Calcetines y del malogrado Kevin Costner, que nunca debió salir de Lynwood, California, pero a ver: ¿Quién es el guapo que iba a quedarse allí oyendo tararear a Weird Al Yankovic? Está claro: si eres un lynwoodsense y el béisbol no es lo tuyo, siempre pudes optar por salir volando, ¿no?
Durante años tuve un póster de ese hombre colgado en mi habitación. Era un calendario. Los dos, calendario y actor, envejecieron igual: pasó su momento (abril del 91, creo que era) y sí, claro, a ambos se les podía seguir mirando con algo parecido a una sonrisa, pero ya eran agua pasada.
Obviaré (porque no hoy no tengo mucho tiempo) las miserias de Costner para recordar aquella maravillosa proeza llena de arrojo y tesón del cinematográfico teniente Dunbar, que resistió el larguísimo fin de semana junto con aquel puñado de indies cacotas (¿O eran Lakotas?) que nunca llegó al Primavera...
Así que me quedo defendiendo el fuerte... y me viene a la película aquella mente... que me acuerdo, vaya, del lobo Calcetines y del malogrado Kevin Costner, que nunca debió salir de Lynwood, California, pero a ver: ¿Quién es el guapo que iba a quedarse allí oyendo tararear a Weird Al Yankovic? Está claro: si eres un lynwoodsense y el béisbol no es lo tuyo, siempre pudes optar por salir volando, ¿no?
Durante años tuve un póster de ese hombre colgado en mi habitación. Era un calendario. Los dos, calendario y actor, envejecieron igual: pasó su momento (abril del 91, creo que era) y sí, claro, a ambos se les podía seguir mirando con algo parecido a una sonrisa, pero ya eran agua pasada.
Obviaré (porque no hoy no tengo mucho tiempo) las miserias de Costner para recordar aquella maravillosa proeza llena de arrojo y tesón del cinematográfico teniente Dunbar, que resistió el larguísimo fin de semana junto con aquel puñado de indies cacotas (¿O eran Lakotas?) que nunca llegó al Primavera...
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