Ponyo (ni Ponio ni Ponllo, léase: Poño) es la última película de los Estudios Ghibli. Y han tirado tanto el nivel que podría ser la última y todos tan contentos. Y en esta no vale la excusa de: "Bueno.. es que la ha hecho mi hijo".
Una de tres: o ha ocurrido un lost in translation total, o la película está digirida al mismo target que los Teletubbies o es que realmente se trata de una sucesión de agujeros en el guión que te deja una sensación de vacío mental equiparable a A.
A lo mejor las historias de mares y océanos es lo que tienen: una falta de sentido alucinante. Y es que en realidad el afamado musical de Nacho Cano y Ponyo en el Acantilado parecen parte del mismo cuento mal contado. Mucho ecologismo, muchísimo amor (pero del Verdadero, ¿eh?) y un disparate tras otro.
A lo mejor las historias de mares y océanos es lo que tienen: una falta de sentido alucinante. Y es que en realidad el afamado musical de Nacho Cano y Ponyo en el Acantilado parecen parte del mismo cuento mal contado. Mucho ecologismo, muchísimo amor (pero del Verdadero, ¿eh?) y un disparate tras otro.
Lo mismo si fuéramos todos peces, con esa envidiable memoria que tienen, ambos espectáculos audiovisuales (porque de la ejecución de ambos no tengo nada que decir, me parecen fantásticas) serían redondos. No importaría aquello de acción-reacción, ni empezar mil historias y no acabar ninguna, ni improvisar un final que sí, que dan ganas de llorar pero no por esa belleza sublime que pretenden sino por la frustración que desatan a su paso: ¿Pero... por qué no me he enterado de nada, POR QUÉ?
Eso sí, Ponyo, al contrario que el señor Cano, es absolutamente adorable en cualquiera de sus formas.
Eso sí, Ponyo, al contrario que el señor Cano, es absolutamente adorable en cualquiera de sus formas.
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