En cambio, Arthur Schnitzler, el tipo que introdujo el monólogo interior en la literatura alemana y que, por este hecho, debiera ser más propenso a enrollarse, concreta la misma idea en una novelita, 'Relato soñado', que se lee en un suspiro. Alberto Olmos (Dios) asegura que Schnitzler era un rijoso que se casó con una chica mucho más joven que él para satisfacer sus sucios instintos. A pesar de este feo defecto (o por culpa de él), su escritura es bella y sencilla, sin circunloquios ni aspavientos.
La de la Barnes, una mujer que estuvo encerrada 40 años en su casa y que debió comerse bastante el tarro, me recuerda al discurso de un político, un largo y tedioso monólogo en el que se acaba por no decir nada. Sólo que con palabras hermosas y una cualidad adictiva. Cuando acabas 'El bosque de la noche', piensas "¿qué coño quería contar?".
'Relato soñado', el texto en el que se basó Kubrick para realizar su testamento fílmico 'Eyes wide shut', cuenta una historia mucho más misteriosa y sugerente sin necesidad de enrollarse hasta la nausea. Además de sucinto, Schnitzler era de Viena. Todo duelo ha de tener un ganador. Y a mí el Imperio Austrohúngaro me puede.
No hay comentarios:
Publicar un comentario